– por Dr. Diego Robatto

Es una pregunta simple, pero aunque parezca extraño; muchas personas encuentran dificultades para responderla, incluso a veces se encuentran con verdaderos bloqueos.

Es que para dar respuesta a dicho interrogante es necesario primero estar dispuesto a observarse, y luego dependerá de la capacidad personal para registrar sensaciones más o menos burdas y más o menos sutiles.

Si uno mismo se interroga: “¿Cómo me siento ahora?”, y asumimos un compromiso honesto para responderla, seguramente procederemos intuitivamente a realizar una especie de escaneo corporal-emocional-mental con muchas variaciones individuales: Es posible repasar nuestro estado músculo esquelético y visceral, nuestro estado cognitivo (mayor o menor bochinche mental), y en que estado emocional nos encontramos inmersos (tranquilos, agitados, alegres, tristes, etc.).

El “darnos cuenta” de cómo nos sentimos depende del estado de ciertos circuitos neurales que enlazan áreas evolutivamente diferentes.

“Sentir”  está vinculado a una zona primitiva del cerebro llamada Sistema Límbico, y en particular a un área conocida como la corteza de la ínsula. En dicha zona convergen rutas  neurológicas que llevan noticias procedentes de todo el cuerpo.

“Hablar de lo que sentimos”, ser conscientes, o darnos cuenta; involucra las áreas más modernas desde el punto de vista evolutivo: la Corteza Prefrontal.

Estas dos estructuras están muy comunicadas de manera bidireccional (de ida y vuelta) por el circuito cortico-límbico que permiten la INTEGRACIÓN de ambas zonas. Esta comunicación cortico-límbica depende en gran medida de un tipo muy especial de neuronas: Las neuronas de Von Ecónomo. Estas neuronas se encuentran sólo en algunas áreas del cerebro humano, y además de en nosotros mismos; solamente se han encontrado en los grandes simios, los elefantes, las ballenas y los delfines.

La integridad de este circuito y su funcionalidad saludable es la que posibilita la interocepciónLa capacidad normal (no necesariamente habitual) de estar en conexión con las sensaciones internas.

Lamentablemente uno de los efectos más evidentes del estrés crónico es la interrupción de esta ruta córtico-límbica (es como si allí se instalara un piquete), de manera que las personas sometidas a estrés crónico pierden su capacidad interoceptiva, y comienzan a funcionar en “piloto automático” y dejan de escuchar al cuerpo.

Hoy existe evidencia científica documentada que demuestra que la práctica de Mindfulness propicia la integración cortico-límbica. Se ha demostrado que tanto la corteza prefrontal como la de la ínsula se encuentran más activas en los meditadores con experiencia, e incluso se ha medido un aumento en el grosor de estas cortezas por resonancia magnética nuclear.

La interocepción es una de las capacidades que se cultivan a través de la práctica disciplinada, haciendo posible mantener una consciencia enraizada en la corporalidad.