– por Fernando Contona

“El mundo está muy sensible”
“Las personas se ofenden por cualquier cosa”
“Ahora todo es motivo de discusión”

Constantemente escuchamos estas frases, que al parecer intentan describir a un mundo en el cual la personas viven en un estado permanente de fastidio, y de irritabilidad crónico.

¿Es que el mundo es muy sensible?

¿Es la sensibilidad, o el alto nivel de reactividad lo que desencadena comportamientos que causan tanto daño?

Si el mundo fuera tan sensible como creemos, habría un mayor grado de empatía.

La sensibilidad en sí misma, no es la responsable de desencadenar reacciones  ni encender automatismos violentos.

Tampoco la sensibilidad es buena o mala. De hecho, cuando una persona comienza a conectar con sí misma, se da naturalmente un aumento en el grado de sensibilidad. Se hace consciente de sensaciones y emociones mucho más sutiles que antes eran pasadas por alto.

Por eso la práctica meditativa conlleva un riesgo: Nos exponemos al mundo tal cual somos… Pero al mismo tiempo en que nos exponemos, también aumentan nuestros recursos internos.

Pueden surgir el enojo, el miedo o la tristeza. Pero lo que sentimos no lo reprimimos, pero tampoco actuamos en consecuencia.

Al poder sentir, pensar, y percibir, desde un estado de “ecuanimidad”.