Los cimientos (a veces) olvidados de la inteligencia emocional

“Cosas buenas tiene el hombre
Y a veces no las sabe disfrutar
Y se amarga por las voces
Que le dicen que no puede progresar” Fragmento “Cosa linda” NTVG

En los últimos años ha crecido exponencialmente el interés de la ciencia y la educación sobre el desarrollo de la inteligencia emocional. El arte de gestionar de una manera sabia las áreas límbicas del cerebro pasaron a cobrar igual o más importancia que el desarrollo del coeficiente intelectual. Dos de las posibles causas de este fenómeno pueden ser que la inteligencia emocional está íntimamente ligada a la buena toma de decisiones y al fortalecimiento de vínculos sanos. Somos seres sociales y como tales estamos permanentemente decidiendo y en vinculación con los demás y la forma en que lo hagamos dependerá el nivel de bienestar de la persona.

A mi entender, lo que aún nos resta internalizar es que la inteligencia emocional está directamente ligada al cuerpo. Qué no se trata sólo de reconocer cognitivamente lo que nos sucede, de poder etiquetar una emoción o sentimiento (aunque puede ser un buen comienzo) sino también de habitar, entrenar y liberar el cuerpo de tensiones. De cuidarlo. De escucharlo. En definitiva, aprender a morar donde el cuerpo vive: el momento presente. Es en el presente donde podemos escuchar y satisfacer las necesidades del cuerpo que en general están desatendidas: Descansar, nutrirse, digerir, conectar, amar…. Estas son necesidades de todo cuerpo, de todo ser humano y constituyen los cimientos de la inteligencia emocional. ¿ Cómo podemos gestionar la ira cuando tenemos hambre porque se nos “pasó “ la hora de almorzar? ¿ La tristeza cuando tenemos sueño o estamos agotados?. Así pues es fundamental estar muy atentos a hacernos espacio en nuestra agenda diaria para dormir las horas necesarias, sentarnos a comer, detenernos a tomar un vaso con agua cuando sentimos sed. También la desconexión con las pantallas que nos permite la conexión con lo real, una caricia, una caminata al aire libre, sentarse a ver el Río.

Lamentablemente en muchas oportunidades la mente condicionada genera la creencia de que no hay tiempo para esas cuestiones, que no hay tiempo para descansar, comer o no hacer nada. Es ahí donde podemos darnos cuenta de la tendencia de la mente a desear , a proyectar , a alejarnos del cuerpo, del presente.
Los hallazgos de las neurociencias demuestran que un cuerpo más relajado, con un tono muscular exacto para lo que está sucediendo momento a momento aumenta el flujo de sangre en las áreas de la corteza prefrontal que está asociada a la inteligencia emocional. Así podemos comprobar la íntima relación que existe entre cerebro, cuerpo y emociones.

Por último, cuando nos decidimos a abordar y trabajar de manera disciplinada con nuestro cuerpo desde este paradigma se abre también una nueva dimensión: la de poder disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. De disfrutar del mate de la mañana, del atardecer a las orillas del mar, de la risa de un niño de las hojas de un árbol. Oportunidad para volver a las bases, para cubrir las necesidades primarias y quien sabe tal vez para ir construyendo como decía Albert Einstein “ Una vida sencilla y tranquila “ como las bases de una felicidad y bienestar duraderos.

Francisco Vanoni
Director Vision Clara Mindfulness Argentina.
Prof. Universidad Torcuato Di Tella.