«La habitación vacía» – por Fernando Contona

Dentro de una habitación vacía, se encontraba una persona.

Desde el centro de la sala, observaba atentamente todo a su alrededor

No había nada. Estaba vacío. Pero aun así, el lugar lo tenía cautivado.

“Un espacio muy mal aprovechado” – reflexionó

La habitación de paredes blancas, tenía el piso de madera, y una puerta tallada a mano.

De no ser por el hecho que todo se encontraba en buen estado, el lugar parecía estar abandonado.

¿Quien se dedicaba a mantener este lugar en condiciones?” – pensó. 

Las personas que pasaban por la entrada, se limitaban a ingresar. Era como una suerte de evitación.

¿Qué era lo que evitaban?

Lo invadió una sensación de inquietud, hostilidad y soledad.

En la sala no había nada ni nadie, pero por alguna razón, no se sentía bienvenido.

El lugar lo estaba invitando cordialmente a retirarse. 

Cuando comenzó a emprender regreso hacia la salida, en ese preciso momento, escucho el sonido del picaporte. Giró la cabeza, y observó como la puerta de entrada se abría, e inmediatamente, una persona entraba a la habitación.

Era un anciano de avanzada edad. Vestía un overol de un color blanco impecable y cargaba con una caja de herramientas. Nunca antes había visto al anciano, y este,  parecía no haberse percatado de su presencia. Se dirigió directo al fondo de la sala, sin siquiera mirarlo de reojo. Al llegar a la esquina opuesta de la sala, sacó un paño impregnado de abrillantador y se puso a lustrar los detalles de madera de la pared.

Por las condiciones de pulcritud que presentaba el lugar, ya había sospechado de que alguien tenía que encargarse de mantener el lugar en estas condiciones. Aunque le pareció un despropósito.

De momento la escena se desarrollaba en silencio. El joven decidió tomar la primera palabra:

“El silencio de este lugar es sepulcral. Un poco de música podría hacer de esta habitación algo más agradable. ¿No le parece?”– le preguntó al anciano

“No es una habitación” – respondió 

“A mi me parece una solitaria, y vulgar habitación”– en un intento de no ser descortés, agregó – “De todas formas, usted hace un muy buen trabajo en este lugar” – le dijo.

El anciano lo miró. Le dedico una sonrisa. Y siguió lustrando.

“Si esto no es una habitación. ¿Qué es?”– le pregunto al anciano

“Es un espejo” – respondió

Se quedó mirando al anciano un tanto desconcertado. 

“No me veo por ninguna parte. Este lugar de espejo tiene poco” – le respondió

El anciano dejó de lustrar por un momento, y con una paciente sonrisa, agregó: 

“No son de esos espejos en donde uno puede verse en él.” 

Luego de un amable silencio, el anciano concluyó – “Este espejo, refleja tu estado interior”

Al escuchar estas palabras, finalmente decidió exponerse: “Bueno, desde que entré a este ordinario lugar, mi estado interior se encuentra algo atormentado.” le dijo al anciano. 

A lo que este se volteo, y agregó con sentido del humor: “Veo que no sos capaz de quedarte quieto en una ordinaria habitación”

“En una habitación vacía querrás decir?” – replicó el joven

“Según como yo lo veo”– dijo el anciano – “Esta es una habitación llena de espacio.»

«Un espacio que permite que nosotros tengamos lugar en este momento. Observa como los opuestos se complementan, siendo el espacio vacío de la puerta el que te permitió el ingreso. El espacio vacío de la ventana por el cual entra la luz del sol. El espacio vacío de la habitación el que la hace habitable. Así, mientras que lo tangible tiene ventajas, es lo intangible de donde proviene lo útil.”